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jueves, 27 de marzo de 2014

El Éxito de las Narconovelas Pablo Escobar

TELEVISIÓN.EL BOOM DE LAS NARCONOVELAS: ENTRE EL RATING Y LA POLÉMICA/ OMAR RINCON ANALIZA EL FENOMENO: "SE MIRAN PARA ESCANDALIZARSE, PERO TAMBIÉN PARA RECONOCERSE" / FEOS, SUCIOS Y NARCOS
LAS NARCONOVELAS ARRASAN CON LAS AUDIENCIAS EN TODA AMÉRICA LATINA, Y CADA VEZ SE PRODUCEN MÁS. PERO TAMBIÉN CRECEN LAS CRÍTICAS. CON LA REPERCUSIÓN DE "ESCOBAR, EL PATRÓN DEL MAL" Y "EL SEÑOR DE LOS CIELOS", POR CANAL 9, LA DISCUSIÓN LLEGÓ TAMBIÉN A LA ARGENTINA.

Narconovelas: Entre el rating y la polémica
“Las narconovelas venden antivalores y fomentan la violencia en la sociedad”. “El problema es la cocaína y la inequidad social, no las telenovelas”. En estas dos posturas podría sintetizarse, simplificando, la gran polémica que viene generando ese subgénero del melodrama que ha dado en llamarse “narconovela”.
Tienen la estructura de las telenovelas; la superproducción millonaria (hasta 100 mil dólares por capítulo) y la dinámica narrativa de las series, y sus personajes son ni más ni menos que los narcotraficantes, ficticios o reales.

En la Argentina el subgénero pasó sin mover las aguas hasta que llegó Escobar, el patrón del mal y la tele redescubrió un filón y un rating que ahora intenta repetir con El señor de los cielos (a las 22). ¿Mérito exclusivo de un producto de excelente factura? ¿O un clima social que empieza a ser propicio y a estimar como más “cercana” la problemática? Mientras Canal 9 logró ubicar a Escobar ... (lunes a viernes a las 22.30) varias veces entre los programas más vistos del día, con promedios cercanos a los 10 puntos de rating, y mantiene El señor... entre 7 y 9 puntos, ganándole el prime time a América, la narconovela, polémica o no, continúa su expansión, con productos realizados, básicamente, en Colombia y en las cadenas estadounidenses de habla hispana. Y ya no bucean en las historias de los ‘80, sino también en la más sonada actualidad, como con El barón de la droga, la biografía del Chapo Guzmán, el hombre más buscado del mundo, que cayó preso el mes pasado. Quien la escribe, para Univisión, no es otro que Andrés López López, alias Florecita, el ex narco que pergeñó El cartel de los sapos mientras cumplía su condena en una cárcel de los Estados Unidos. Telemundo estrenó el mes pasado en ese país Camelia, la tejana, historia inspirada en el narcocorrido de Los Tigres del Norte, y llegó al primer puesto en Miami, incluida la TV angloparlante. Y el Cartel de Cali tendrá su propia novela con En la boca del lobo, que ya comenzó a grabarse en Colombia.

Pero las críticas están a la orden del día. En México, las autoridades no permitieron a los canales emitir El señor de los cielos “por sus escenas de violencia”, mientras en Colombia hay campañas que instan a los televidentes a boicotear a los anunciantes de estas novelas. Hasta los presidentes de Panamá y de Venezuela -de muy distinta orientación política-, y artistas como el cantante Carlos Vives se pronunciaron en contra, igual que algunas asociaciones de familiares de víctimas del narcotráfico. Sin embargo, por sólo poner un ejemplo, Juana Uribe y Camilo Cano, los productores ejecutivos de Escobar... son, ellos mismos, parientes directos de víctimas de los narcos. “Se debe mostrar lo que pasó para nunca volver atrás”, sostuvo él.

“El narcotráfico ha generado millones de historias sorprendentes, y la TV no las tocaba. Entonces llegaron los gringos y empezaron a contarlas a su manera, hasta que reaccionamos. Pero es un asunto muy delicado: en cada línea, en cada personaje, tenemos que preguntarnos en qué momento el narco puede convertirse en un héroe ...”, le dijo a Clarín Fernando Gaitán, autor de Café con aroma de mujer y Yo soy Betty, la fea.


Todo esto empezó en 2006 con la colombiana Sin tetas no hay paraíso, sobre una adolescente que, como tantas de su barrio, soñaba convertirse en amante de un narco para acceder a una vida de lujos. Claro que, más allá de la anécdota central, retrataba una cultura y una sociedad atravesada por distintas formas de corrupción. La novela -que aquí emitió Canal 9 en 2008- fue un éxito tal que la replicaron de inmediato en España y en los Estados Unidos, cambiando ‘tetas’ por ‘senos’ y bastante más. Tras ella llegaron una veintena de títulos como Correo de inocentes, La diosa coronada, La ruta blanca, Alias el mexicano y Rosario Tijeras, entre otras, a las que se suman las emitidas en la Argentina -por Canal 9- El cartel, Las muñecas de la mafia, El capo y La reina del sur. “Escobar... es una realización distinta, y la figura es más cercana a nosotros, hasta por el hecho de que su familia vive acá. Y, claro, la coyuntura regional es innegable”, explica Diego Toni, gerente de programación del 9.

¿Y por casa? ¿Deberíamos hacer narconovelas? “El patrón del mal que tanto nos inquieta fue un éxito por donde pasó. El señor de los cielos también tuvo números felices. Es la hora de las narco novelas. Pero, se nos queman los papeles ante el suceso de Avenida Brasil. Es la hora de las novelas de venganza. Así que pongámonos a escribir historias de niñas abandonadas clamando justicia o peripecias con narcos y tenemos la vaca atada -ironiza la autora y periodista Teresa Donato-. Ojalá fuera tan fácil... Personalmente, creo que lo que las hace triunfar es que están bien escritas, producidas y actuadas. Si una de estas tres variables falla bailamos en el Titanic. Les pregunté a mis alumnos de guión, qué ficción argentina miraban. ¿Respuesta mayoritaria? Ninguna. Esto sí debería desvelarnos: para muchos, nuestra tele no es una opción y los números parecerían demostrarlo. ¿Reaccionamos o seguimos opinando?”. Para su colega Marcelo Camaño “Colombia encontró en las historias reales de personajes conocidos una posibilidad concreta de contarse a sí misma. El público respondió porque le interesa sentirse reflejado en su cotidiano, en su identidad”. Y agrega: “Nuestro país está abarrotado de historias reales muy seductoras para llevar a la TV. Lo que faltan son productores que entiendan que ahí también hay un negocio”.

En el mismo sentido, recuerda Jorge Maestro que “En Latinoamérica hace rato que historias como Escobar... dan vueltas. La impecable factura y la presencia de autores con una obra orgánica hacen un producto de excelencia. Cuando los autores argentinos seamos convocados para reflexionar acerca de temas que nos involucran a todos, como fueron Nosotros y los miedos, Atreverse, Zona de riesgo o Tumberos, nuestras series con narcos, corruptos, o familias disfuncionales atraparán al público y volveremos a ganar el mercado internacional hablando de nuestra propia aldea.”

Fuente y más información: www.clarin.com
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OMAR RINCON ANALIZA EL FENÓMENO DE LAS “NARCONOVELAS”

A comienzos de año, oír al pasar que en cualquier calle de la Argentina alguien pronunciara palabras y modismos como “achicopalado”, “berraco”, “camellar”, “chupar cana”, “coronar una vuelta” o “embolatar” resultaba toda una rareza. Era imposible no mirar a quien emitiera alguna de estas expresiones, tan ajenas al lenguaje cotidiano argentino. El estreno el segundo día hábil del año de Escobar, el patrón del mal, por la pantalla de Canal 9 (diariamente a las 22.30), extendió entre sus fanáticos el uso de estas expresiones, propias del narcotráfico y de la región andina de América latina. La popularidad que en el país alcanzó la serie que hace foco en la vida de Pablo Escobar Gaviria, el ex jefe del cartel de Medellín, terminó por instalar en el país no sólo estos pintorescos modismos (más allá de sus significados), sino también la problemática del narcotráfico en los medios y en la sociedad. La “narconovela”, entonces, llegó al país con toda su potencia.

La serie producida por Caracol, que diariamente promedia cerca de 10 puntos en pleno prime time, es un verdadero fenómeno televisivo y social. La ficción en la que Andrés Parra interpreta magníficamente a Escobar Gaviria logró, desde el mismo día de su estreno, atrapar a una audiencia impensada para la franja de las 22 en el 9. Aunque al comienzo se creyó que era consecuencia de la rareza de la tonada y de las palabras utilizadas por sus personajes, el paso del tiempo y el incremento del rating terminaron por poner en claro que su alto encendido trascendía la simpatía inicial. Evidentemente, hay muchas otras razones que explican la atracción de la ficción que instaló deinitivamente la “narconovela” en la TV argentina y en el resto de los países de la región. ¿Su buena audiencia será, acaso, consecuencia de la calidad técnica y artística que tiene esta millonaria supreproducción colombiana? ¿O, en realidad, es la figura del narcotráficante más conocido de este lado del mundo la que hipnotiza al público argentino?

Periodista, ensayista y uno de los analistas más destacados de Colombia, Omar Rincón es una de las voces más autorizadas para examinar el fenómeno de las “narconovelas”, tanto en el significado social que tiene en su país como en la buena recepción que alcanzó fronteras afueras. En efecto, la “narconovela” no es un fenómeno aislado: desde el 2003 al 2013, en Colombia se produjeron en total 17 ficciones alrededor de la temática del narcotráfico (ver aparte). Además, la mayoría de estas producciones de RCN o Caracol tuvieron una gran penetración internacional, en mercados tan distantes geográfica como culturalmente. Incluso, el 9 puso al aire El señor de los cielos (a las 22), otra ficción centrada en la vida del ex jefe del cartel de Juárez, y también supera la media de la emisora. ¿Qué son, entonces, las “narconovelas”? ¿Cómo surgieron como un subgénero de la ficción?

“En Colombia llevamos 40 años conviviendo con el narco, que evidentemente es nuestro gran tema nacional”, confiesa el especialista en la entrevista con Página/12. “El fenómeno televisivo de las ‘narconovelas’ de este siglo se da porque Colombia, de algún modo más simbólico que real, siente que el problema narco ya no es nuestro presente, que es cosa del pasado y que ahora ese fenómeno es más de los mexicanos y del resto de Latinoamérica. Este sentimiento apareció en los ocho años del gobierno de Alvaro Uribe (2002-2010), que poco volvió a hablar del narco y, vía la desmovilización de los paramilitares, se blanquearon muchas fortunas narcos. Entonces, el foco de tragedia de la nación se concentró en el terrorismo de la guerrilla de las FARC. Entonces, como ya es un problema simbólicamente superado, ya es posible contarlo en TV.”

–¿A qué aspectos televisivos y sociales de las “narconovelas” le atribuye su atracción en buena parte del mundo?

–Escobar, el patrón del mal y todas las “narconovelas” están muy bien hechas en lo actoral, las historias, sus lenguajes y estéticas. Como producto televisivo, son una innovación colombiana que deja atrás el melodrama y se adentra en la tragicomedia: personajes muy malos, pero contados en clave de comedia trágica. Todas son producciones bien hechas en fotografía, actuaciones, ritmo y fuerza brutal del lenguaje guerrero. Contundencia en las escenas. Alucinante la capacidad actoral de los colombianos para representar a los bandidos de cualquier bando. Sabemos hacer narco-para-acción. El hecho de que sean producciones televisivas alucinantes en su verdad neorrealista nos lleva a disfrutarlas como documentos de ese mundo popular mágico de “Narcolombia”.

–Y socialmente, ¿cuál cree que es su encanto?

–Se miran porque es una posibilidad catártica para el televidente de cualquier país de echarle una miradita a ese mundo extraño, pero atractivo del narco: sacamos el voyeurista y lo ponemos a gozar conociendo ese mundo prohibido y excesivo del narco. Se mira para escandalizarse, pero también para reconocerse. Y lo mejor es que es un asunto de los colombianos; entonces, uno como argentino o chileno no se siente identificado sino alucinado y fascinado viendo esos mundos extraños de los narcos. Y es que es una gozada mirar ese mundo de los narcos y es divertido escandalizarse con sus valores del todo vale, sus mujeres-silicona, sus hombres-abusadores, sus estéticas, lenguajes y músicas populares.

–¿Qué representan para el pueblo colombiano las “narconovelas”? ¿Cree que sirven para abrirles los ojos a los televidentes y que tomen conciencia de la problemática o, en general, lo único que hacen es “endiosar” a determinados personajes non sanctos?

–Las “narconovelas” están siempre en primer lugar en sintonía... pero siempre que no sean críticas frente al fenómeno, sino que sean historias indulgentes con los narcos. Cuando hubo telenovelas muy críticas y que no endiosaban sino envilecían a los narcos, el rating fue bajo; ése fue el caso de Los protegidos, Las muñecas de la mafia y El mexicano. Así, el narcotraficante es un héroe popular. Se dice popularmente que “se le cree más a un narco que a un político”. Los narcos generan identificación porque hablan de una realidad conocida, y reconocimiento por cuanto se refiere a una manera “paralegal”, pero legítima, de ascender en Colombia. ¿Por qué se identifican? Porque los colombianos sabemos más de narcos y “paras” que de democracia y derechos humanos. Los reconocemos como parte de nuestras referencias culturales, pues mediáticamente los narcos han sido convertidos en celebrities y ahora en héroes de ficción.

–¿Cuál fue el aporte de llevar la problemática a la ficción en el seno de la sociedad colombiana?

–El debate se ha dado, muy académicamente, sobre el tipo de héroes que se presentan y la memoria que se produce sobre nuestras violencias. Y en este debate se comprueba que la TV colombiana sufre del síndrome de “incoherencia moral”: productores, autores y directores dicen que quieren “criticar y demostrar la maldad de los narcos como los villanos que han acabado con Colombia”, pero aparecen historias y actuaciones que justifican su destino. O sea: no es que quisieron ser malos, la realidad social los obligó y terminan como hombres sin atributos que pudieron llegar a ser importantes en la sociedad... Hay “narcovelas” porque nuestras realidades (Panamá, Venezuela y Colombia) son “narcosociedades”; gustan porque en sociedades de extremas izquierdas y derechas lo narco es una vía “paralegal” para ser exitosos. Las “narconovelas” sirven de espejo porque generan reconocimiento. Poco se ha discutido sobre por qué “el narco es la marca Colombia”, por qué todos llevamos “un narquito en el corazón”, por qué llevamos más de cuarenta años viviendo en estos entornos de lo narco, por qué los colombianos hemos adoptado para la vida diaria el modo de pensar, actuar, soñar y expresar narco. Deberíamos aceptar que mirarnos en el espejo de las “narcotevés” nos da un reflejo deforme del nosotros mismos, pero que nos plantea preguntas sobre cómo venimos siendo como sociedad.

–En la Argentina sucedió que, a partir de la proyección de Escobar, el patrón..., el narcotráfico pasó a ser tema de agenda mediática y pública. ¿En Colombia pasó algo similar? ¿Cree que un debate tan serio puede darse al calor de una ficción?

–Ha habido escándalo, pero más moralista que sobre la temática, más sobre si se deben presentar esos contenidos o no, poco sobre esa realidad que nos marca como país. El diario El Colombiano se quejó de que la TV “está de espaldas a la realidad”, que la gente decente tiene un sentimiento de rechazo contra estas apologías de la cultura mafiosa y que eso es cosa del pasado. Un correo electrónico colectivo que circuló decía “no más ‘narconovelas’, ‘narcoseries’ y ‘narcopelículas’, no más ‘narcotelevidentes’”, porque hay millones de personas ignorantes, carentes de personalidad y desafortunadas que ven en esos personajes de TV modelos a seguir. El presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, de derecha, exigió que les cambiaran el horario de las telenovelas colombianas debido a que estaban haciendo un gran daño a su país “porque exaltan el narcotráfico, el robo y el atraco”, y corrompen los “valores morales”. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de izquierda, acusó a los contenidos de los programas y películas de fomentar la “cultura de la violencia”, que estaría sembrando la muerte en las calles venezolanas, en especial las telenovelas, pues “transmiten antivalores de la muerte, culto a las drogas, a las armas, culto a la violencia. Incitan al odio en la sociedad y lucran con el dolor ajeno”. Estos extremistas morales están de acuerdo en ver el mal en otra parte: en las “narconovelas”... Y es porque éstas afectan a las “personas ignorantes” que ven TV, mientras ellos son “gente decente” que no son afectados. No ven telenovelas y tienen la verdad moral: son iluminados de fe.

–Tiene una visión negativa, entonces, del uso social y político de la ficción televisiva bajo esta temática.

–Por ahora, hay una obra que muestra el otro modo de hacer: uno que no eleve a héroes a los narcos sino los represente como un mal nacional. En El mexicano, escrita por Mauricio Navas Talero, se cuenta al famoso narcotraficante Rodríguez Gacha, pero lo hace desde la conciencia de no hacer apología sino crítica al narco: lo cuenta en su faceta diabólica, camorrista, malévola, retorcida. Un relato con conciencia de que en este señor del narco no había nada justificable. Mientras que Pablo Escobar y Carlos Castaño para todo tenían buenas razones y se manejaban por códigos de lealtad, amistad, religión y familia (por lo menos eso mostraban sus series en televisión), Rodríguez Gacha sólo sabe ser un desalmado criminal que no tiene ni motivos ni ética ni nada: un matoncito nada más. Nada que admirar.

–¿Cómo respondió la audiencia a ese relato narco distinto?

–El rating no fue tan bueno, porque presentar a un narco sin heroísmo y pleno de villanía no genera reconocimiento: aquí se puede constatar la falta de conciencia de la sociedad colombiana, que nos lleva a creer que los narcos son otro producto más de la exclusión de este país, y a justificar su maldad porque es de los pocos caminos que nos quedan para ser exitosos. A los sobrevivientes de Colombia poco les gusta verse en el espejo deforme del narco y la corrupción: y esta serie tiene conciencia de la maldad de los narcos: y eso no gusta, molesta. La “narconovela” es exitosa porque representa la entrada en escena de la nueva cultura popular, esa del billete/consumo; esa que cuenta que el narco es el nuevo privilegio, la nueva forma de “superación” y revanchismo social.

–¿No cree, como algunos, que las “narconovelas” están construyendo un ejercicio de la memoria reciente?

–El asunto de la memoria es más complicado, porque se está construyendo una historia del país desde los narcos y los victimarios, y no aparecen las versiones de las víctimas, de los periodistas, de los empresarios, de los luchadores de derechos humanos. Y vemos que mientras en el proyecto de Memoria Histórica hay una memoria diversa y conflictiva desde las víctimas, en RCN y Caracol se produce una memoria desde los victimarios y la barbarie. ¿Por qué? Porque, de alguna forma, en el imaginario colectivo producido por ocho años por el innombrable (¡da mala suerte mencionarlo!) se instaló que los malos son los guerrilleros, los paracos son pasado y el narco es tema mexicano. Luego, paracos y narcos son los nuevos héroes de ficción. Y además se celebra su estética y modo de habitar el mundo, que es similar al de los nuevos ricos: son una especie de El lobo de Wall Street, sólo que al ser narco ese kitsch se “juzga” como grotesco y como un síntoma del mal gusto popular. Así aparecen historias que celebran los métodos paralegales para ascender socialmente, la compra de los privilegios y placeres, la moral de “billete mata cabeza”, la ética de que toda ley se puede torcer a favor de uno. Se celebra el triunfo express: una cultura de billete, armas, trago, mujeres, sexo... Y todo adobado con la moral católica.

Por Emanuel Respighi
Fuente y más información: www.pagina12.com.ar
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FEOS, SUCIOS Y NARCOS

“La muerte viaja siempre más rápido que la información.” La frase la escupió Fernando, el protagonista de La Virgen de los sicarios, la extraordinaria novela de Vallejo que tuvo su versión en cine a cargo de Barbet Schroeder. La dice como quien se desangra, al regresar a Colombia, “el país más criminal de la Tierra”, y más precisamente a Medellín, “la capital del odio, corazón de los vastos reinos de Satanás”. Fernando viene de conocer a Alexis, un sicario adolescente con quien empieza una fogosa relación en el marco de la inefable violencia de la Medellín de los años noventa, cumbre máxima de la guerra entre mafias que tuvieron como principal figura al jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, y que engendró la creación de un verdadero ejército de sicarios menores de edad, aquellos muchachos de los que Fernando se enamora y define a partir de una síntesis notable: “Asesinos asesinados”.

En asuntos de narcotráfico y sicarios, la ficción, desde hace tiempo, le viene haciendo la segunda a la realidad a partir de lo que se conoce como narcoliteratura, un género esencialmente mexicano que, no obstante, encuentra líneas de continuidad en varios países de la región. En ese sentido, la lucha emprendida por Felipe Calderón en México y Alvaro Uribe en Colombia dejó, además de un interminable reguero de sangre, una marca indeleble en el imaginario social y cultural de estos países. Uno de los máximos referentes del género es Elmer Mendoza, creador de la serie del detective Edgar el Zurdo Mendieta, que escribió su primera novela en 1999, es decir, mucho antes de que comenzara la guerra, pero consiguió notoriedad a partir de Balas de plata, obra anclada en Sinaloa que no tiene empacho en citar a Rulfo o al Piglia de Plata quemada y obtuvo el III Premio de Novela Tusquets. Además de Yuri Herrera, Juan Pablo Villalobos y Jorge Franco (flamante ganador del premio Alfaguara y autor de la novela también hecha cine y serie de tevé Rosario Tijeras), otro notable (y para algunos inesperado) representante del género es Arturo Pérez-Reverte, quien en 2002 publicó La Reina del Sur, también sobre el agitadísimo estado de Sinaloa y la proliferación de asesinos en las más sofisticadas versiones de sicarios.

A pesar de que los llamados nuevos narradores argentinos están fascinados con la marginalidad en todas sus variantes, por lo menos en el ámbito de la ficción no hubo mucha producción que pudiera enmarcarse en la narcoliteratura. Es más, en nuestro país, y sin ánimo de subestimar la incipiente gravedad del asunto, se viene dando la lógica inversa a la que expresaba el protagonista de La Virgen de los sicarios: acá la información parece viajar más rápido que la muerte.

LLEGANDO LOS MONOS

Uno de los primeros hitos de esa vorágine informativa fue la detención de Henry de Jesús López Londoño, alias Mi Sangre, en un restaurante de Pilar, el 30 de octubre de 2012, por parte de un grupo especial de investigadores colombianos, en colaboración con autoridades policiales argentinas y la DEA. Más allá de que el impacto se replicaría en febrero de este año con la detención del Chapo Guzmán, líder del Cartel de Sinaloa y aparentemente el narco más buscado en todo el mundo, el episodio de Mi Sangre sentó precedentes por haber ocurrido en casa. Claro que, por entonces, ya no hacía falta ir muy lejos para buscar información de ese tipo. El narco rosarigasino empezaba a generar, de hecho, permanentes noticias: disputas constantes entre bandas que también, a partir de 2012, empezaron a dirimirse de manera bestial y a plena luz del día, la connivencia con las fuerzas de seguridad provinciales, la banda de Los Monos, sus ramificaciones, sus tumbas, sus túneles. Lo propio en la tierra del buen vino, a partir de los presuntos ataques y amenazas de la Yaqui y sus Angelitos a tres periodistas del diario El Sol.

“Hasta la década del noventa, la Argentina era un país con escasa figuración en el escenario mundial de las drogas. Pero en los últimos quince años, los organismos internacionales que elaboran sus informes anuales sobre la base de estadísticas oficiales, comenzaron a reparar en los crecientes indicadores de consumo registrados en nuestro país. Por otro lado, el desmembramiento de los grandes carteles colombianos generó un desplazamiento de las actividades de sus miembros hacia otras latitudes. La Argentina fue el destino elegido por varios que vinieron a continuar con sus negocios o a refugiarse de sus enemigos. También en la última década el país fue deviniendo en ruta apta para el envío de estupefacientes a Europa y comenzaron a instalarse en nuestro territorio cocinas de corte donde termina de procesarse la cocaína que proviene de Bolivia en forma de pasta base. Además de la aparición de laboratorios donde se elaboran nuevas sustancias cuyo consumo también ha crecido sostenidamente, conocidas genéricamente como drogas sintéticas o metanfetaminas”, explica Mauro Federico, periodista policial especializado en el tema, autor de los libros País narco y Mi Sangre. Historias de narcos, espías y sicarios, para el cual entrevistó en persona nada menos que a Henry de Jesús López Londoño, alias Mi Sangre.

BREAKING BAD

Uno de los aspectos más interesantes y menos mentados de la aclamada y multipremiada serie de Vince Gilligan tiene que ver, precisamente, con su nombre, un refrán lleno de movimiento, utilizado en el sur de los Estados Unidos para describir el proceso por el cual alguien se desvía del camino correcto y empieza a ejercer cierta actitud o conducta maligna. Si bien se estrenó a principios del año 2008, la obsesión en nuestro país por Breaking Bad es mucho más reciente y coincide, precisamente, con cada una de esas noticias antes mencionadas, que fueron ocupando cada vez más y más espacio en los medios y generando multitud de debates televisivos, confrontaciones y hasta cruces entre funcionarios y políticos. Quizás hubo cierta identificación a nivel sociedad con el protagonista Walter White, en tanto alguien que, sin ser del palo, empezaba a involucrarse progresivamente y sin retorno en un mundo que no conocía. La sociedad argentina como ese gris profesor de química que, sin antecedentes en el asunto, empezaba a ver como nunca antes huellas e indicios del negocio narco. Una de las series que más aprovecharon esa sed fue El patrón del mal, la megaproducción colombiana en la que participaron más de mil quinientos actores. Basada en la historia del narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria y producida por Caracol Televisión entre 2009 y 2012, se estrenó el 28 de mayo de 2012 en el horario central de las 21 convirtiéndose en el estreno más visto en la historia de la televisión colombiana, algo que se extendería a lo largo de toda la serie. Con el condimento local de la hipnótica actuación de Andrés Parra y la presencia de nuestra conocida Angie Cepeda, desde que arrancó, a fines del año pasado, El patrón del mal levantó como con una grúa el rating de Canal 9. Con un comienzo más que promisorio de 6 puntos de rating, con el correr de los capítulos logró incrementar la audiencia llegando a un promedio de 9,5 puntos, algo difícil para esa pantalla. Hasta que hace algunas semanas un anuncio marcaba lo que venía: “Escobar Gaviria no le temía a nadie pero sí respetaba a un hombre”. Así presentaban la serie con la que las autoridades del canal intentaron replicar el gran éxito de Canal 9.

Desde el 10 de marzo, y compartiendo al principio horario con El patrón del mal, El señor de los cielos, cuya segunda temporada actualmente está en pleno rodaje, se viene instalando en el prime time. La serie no está basada en un libro, fue escrita por Luis Zelkowicz y Mariano Calasso, y es una coproducción de Caracol Televisión y Telemundo. El señor de los cielos se centra, claro, en la figura de Amado Carrillo Fuentes, un hombre que se convirtió en el jefe del Cartel de Juárez y que acrecentó su poderío luego de la muerte de Escobar. Su apodo responde a la gran flota de aviones que utilizaba para transportar la droga.

“Si bien estamos lejos de la realidad que vivieron colombianos y mexicanos, la profusión de noticias relacionadas con el tema narco y el debate creciente en la sociedad y en la clase política ha generado que la temática se instale en el centro de las preocupaciones de la ciudadanía, desplazando incluso a la falta de trabajo o a la pobreza”, confirma Mauro Federico, quien aporta además un dato fundamental: “El éxito de rating de las ficciones sobre Pablo Escobar Gaviria y Amado Carrillo Fuentes responde un poco a esta instalación. Sin ir más lejos, hace un par de años, una novela mexicana donde se narraba la historia del Cartel de Sinaloa –La Reina del Sur– pasó sin pena ni gloria por la pantalla del mismo canal”.

Lo interesante son las implicancias y preguntas que se desprenden de esta repentina y absorta atención puesta sobre sicarios, metanfetaminas y producción a gran escala. Las consecuencias aparejadas del consumo compulsivo en nuestro país de ese cóctel entre culebrón latinoamericano y genio y vida de narcos. ¿Existe un tratamiento justo y medido con Pablo Escobar Gaviria y sus sucesores? ¿Hay simplificación o mistificación? ¿Las pantallas de tevé argentinas observan con la fascinación de un fenómeno totalmente ajeno o ya empiezan a quedar implicados ciertos rasgos de empatía con las situaciones contadas? Mauro Federico ofrece una conjetura: “Creo que todavía no tomamos dimensión de lo que representaría la instalación de organizaciones narcocriminales de grandes dimensiones en nuestro país. Hasta ahora sólo vemos los coletazos periféricos de una guerra que aún no se trasladó a la Argentina y que esperemos no lo haga nunca. Las ficciones construyeron inteligentemente sus personajes en base a los mitos que hay sobre sus protagonistas y lograron ensalzarlos en el punto justo para generar la atracción del público televidente. Las riquezas, las excentricidades y las perversiones humanas siempre son atractivas como espectáculo televisivo”.

LA TRAMA DE LA DROGA

Es indudable que el mundo del narcotráfico y de los sicarios presenta muchos atractivos a nivel narrativo, es decir, a la hora de contar una historia: ingredientes literarios que se van clavando como jeringas en medio del cerebro del imaginario colectivo. Ingredientes que no sólo afectan al contenido, es decir a ese combo irresistible de violencia, impunidad, ostentación y marginalidad poderosa, sino también a aspectos estrictamente vinculados con lo narrativo: hay de hecho cierta endogamia, muchísima intertextualidad, algo de saga en el mundo del narcotráfico, una especie de gran familia cuyo Aureliano Buendía es, por supuesto, Pablo Escobar. No debería sorprender, por lo tanto, que cada una de las puntas vayan convergiendo unas en otras: Pablo Escobar aparece en El señor de los cielos rogándole a Carrillo que a cambio de unas toneladas más de droga le consiga refugio a su familia; Mi Sangre fue uno de los efectivos que participaron en la detención de Escobar, la cual desembocaría en su muerte en el año 1993, por nombrar sólo algunos casos.

“Las ficciones de hechos históricos que llegan a la televisión en formato de telenovela suelen guardar una relación referencial con los hechos ficcionalizados, pero no tienen rigor documental. Las de origen mexicano tienen una impronta más literaria y están basadas en novelas que se inspiraron en hechos reales, pero que plantean el relato desde un texto de ficción. En cambio, El patrón del mal está inspirado en el libro La parábola de Pablo, un texto mucho más documentado, escrito por Alonso Salazar Jaramillo, quien mantuvo una relación directa con los hechos narrados y efectuó una intensa investigación periodística para escribirlo”, señala Mauro Federico en referencia a ese gran punto de partida que fue aquella obra que será reeditada por estos días, confeccionada a partir de innumerables entrevistas a familiares, vecinos, personas que trabajaron con él –obreros, abogados, socios– y también algunas de sus víctimas e incluso quienes lo combatieron y no sólo del lado de la ley. Cabe destacar, al respecto, de qué manera define a Escobar Gaviria el autor de La parábola de Pablo: “Fue el símbolo mayor del estigma que hoy cargamos los colombianos en el mundo entero: el narcotráfico”.

En definitiva, si toda ficción trabaja con algo real y algo inventado, la industria cultural en torno del narcotráfico exacerba ese combo tan adictivo. Aun así, la proliferación de narconovelas en nuestra televisión de todos los días, o de varias veces por semana, no deja de tener cierto gusto impostado, no del todo natural. Diálogos que no se entienden, giros que no terminan de crear sentido, ecos de disparos que no explotan del todo. Está claro: aquello de que “el que no conoce su historia está condenado a repetirla”, con que arranca cada capítulo de El patrón del mal, no suena igual en México o en Colombia de lo que puede sonar en la Argentina, donde la falta de tradición, la falta de pasado con respecto al tema, guarda muchas semejanzas con el Walter White de Breaking Bad: se parece mucho a una hoja todavía en blanco, pero que empieza a mostrar sus bordes manchados.

Fuente : Radar
Más información: www.pagina12.com.ar

2 comentarios:

  1. La novela colombiana El Patrón Del Mal a mi parecer es muy superior al del Sr De Los Cielos la anterior entra en la psicología de los personajes dando una identidad y factura de mucho mayor riqueza a las interpretaciones, con actores que no desentona con el entretenido guión que no deja de lado los rigurosos y trágicos hechos históricos puntuales que soportó en su momento la nación de Colombia

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  2. Me parece una falta de respeto y una forma de tratar a la gente de estúpida trasmitir en canales de aire este tipo de programación, mas allá de lo que puede generar tener un poco mas de televidentes es una vergüenza que la gente que no tenga la posibilidad de tener cable tenga que acceder a dichas programaciones que tanto dolor causa en la gente la problemática de la droga la delincuencia y las perdidas de jóvenes a causa de los narcotraficantes personalmente me toca de cerca el tema no voy a contar mi historia porque a nadie por lo visto no le interesa pero si le dedico estas palabras a los que producen estos fracasos sociales ..tengan un poco de dignidad dejen de robar con estas producciones con este fracaso para la sociedad que ya tan golpeada esta es un disparate que en un mundo en el que la droga es moneda corriente hagan este tipo de novelas..si no están enterados en muchos países donde la escuela no es moneda corriente los jóvenes no son capaces de entender que esto es una manera de mostrar por lo que pasaron muchas personas en colombia y distintos países ...dejemos un poco la hipocresía de lado y aceptemos que esto no es un bien para nadie o mejor dicho se benefician los que se llenan los bolsillos chau

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